Súplica Navideña por la infancia bendecida

En el brillo de la Navidad, donde la esperanza y la alegría brillan con especial intensidad, recordamos la esencia de la infancia. Esa misma esencia que vio nacer al niño Jesús en un humilde pesebre, nos invita a orar por todos los niños del mundo.

En este acto de fe, invocamos bendiciones para aquellos que llevan en sí la promesa del mañana.

Amado Padre celestial, al acercarse la Navidad, donde celebramos el nacimiento de tu Hijo amado, Jesucristo, en la forma de un indefenso niño, te traigo delante la inocencia y pureza de todos los niños alrededor del mundo. Estas almas jóvenes, que reflejan en sus sonrisas la pureza y alegría del cielo, requieren de tu amor y protección en cada paso de sus vidas.

“Oh Señor, Tú que dices en los Salmos: 'De la boca de los niños y de los que aún maman, fundaste la fortaleza' (Salmo 8:2), te ruego que fortalezcas a cada niño, que les des la gracia de crecer en sabiduría y estatura, protegidos por tu amor inquebrantable”.

Bendice a esos pequeños que día tras día descubren el mundo con asombro, que aprenden de sus mayores y que son el reflejo vivo de la esperanza. Te suplico que, al igual que cuidaste y guiaste a Jesús en su infancia, extiendas tu mano protectora sobre cada uno de ellos, y que les otorgues salud, bienestar y un crecimiento pleno.

Padre de amor infinito, no olvidamos a aquellos niños que enfrentan situaciones adversas, a los que la noche fría de la carencia y el sufrimiento ha tocado. Te rogamos que enciendas una llama de esperanza en sus corazones, que sientan el calor de un hogar, el abrigo de una familia y el alimento de la fe.

Por los pequeños que aún esperan su momento de nacer, por aquellos que han partido temprano y por aquellos que, en este mismo instante, ríen, juegan o lloran, te pedimos. Permítenos, Señor, ser los guardianes de su felicidad, los guías en su camino y los pilares en sus vidas. Que podamos mostrarles, a través de nuestros actos, la grandeza de Tu amor y el significado de la bondad.

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Que esta pureza de corazón, que naturalmente reside en los niños, sea preservada, alimentada y que brille con fuerza, guiando a todos hacia la luz de tu amor.

En este tiempo de regocijo y reflexión, consagramos a cada niño bajo tu mirada amorosa, confiando en que tu amor los guiará, protegerá y bendecirá en todos los días de sus vidas. Que esta Navidad, y todas las que vengan, estén repletas de risas infantiles, de esperanza renovada y de bendiciones sin fin.

En el nombre de tu Hijo Jesús, Amén.

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